Enferma de razón,
contagiando mis mentiras
a los atónitos descabellados,
purgaba mi sentimiento de hastío
por esa piel que [más que eso]
era empatía.
Y ahora, que en tus rincones ya no paso el rato,
deambulo por los momentos, fingiendo estar perdida.
Y ahora no soy más que tortura hecha prosa,
la grasa de tu pelo,
una piba con la remera.
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